Hasta ahora la atención había estado centrada y había sido desviada por los medios controlados por la derecha chilena hacia episodios del tipo la mano de Bielsa, el Pulpo Paul y la imitación de Kramer. Pero hoy, un tema de fondo pasó a ocupar la primera línea. Ya no se trata del sentido del humor o el sentido del ridículo de Sebastián Piñera. Se trata de la dura realidad de nuestra democracia chilensis, esa especie de citroneta enchulada que muchos ven en la calle y admiran, pero que nadie quisiera tener en su casa porque es un cacho.Hoy a propósito de la discusión del royalty minero, que finalmente no fue incluido en la ley de reconstrucción, se dio la a esta altura re-conocida escena entre dos senadores y el Ministro de Minería. Sí, el mismo que se mandó a cambiar a Sudáfrica. La escenita fue patética por donde se la mire. Un observador neutro podría decir que los senadores le echaron la media choreá al ministro, quien, por otro lado, se mandó una desubicada de aquellas. Más allá de lo incómoda y avergonzante ajenamente del episodio -porque hay que reconocer que fue fuerte ver a Lagos W y Escalona jugando al policía malo y al policía más malo, contra un pobre tipejo que todavía está más doblado que chino con visitas pidiendo disculpas- me atrevo a vaticinar que este hecho constituirá un punto de inflexión en la historia del nuevo gobierno.
La cara de Golborne, avergonzado puesto en evidencia desde su patético pupitre, reconociendo un error frente a las dos fieras, es el reflejo de todo lo que se critica a este gobierno y de todo lo que provoca este gobierno. ¿Quién no habría dado su brazo derecho por darle como caja al mismo fulano que se fue a ver los partidos del mundial a Sudáfrica, mientras nosotros lo veíamos en diferido por TVN?. Los senators reivindicaron a la mitad de Chile.
El problema es que no me extrañaría que nos encontremos con más situaciones como esta, en el propio congreso y luego en otros espacios de la vida social, hasta llegar a la calle. Aunque dudo que haya personas que se atrevan a levantar mucho la voz para defender la nueva forma de gobernar. Espero equivocarme, pero la degradación de la relación cívica entre los actores públicos es ya un hecho y va en camino a la putrefacción total.
