
Es cierto. Parece difícil remontar 14 y tantos puntos porcentuales en tan poco tiempo. Es cierto, la derecha ganó la elección en todos los ámbitos. El resultado agregado es fenomenal para ese sector político, casi histórico. Por otro lado, es cierto también que Frei no conquistó ni el 40% de la aprobación de la Presidenta, quien vive un escenario inédito de respaldo popular. Ella, no él. Es por eso que no es difícil toparse con el comentario rápido y desalentador de quienes, siendo muchachos de la concertación, anuncian la derrota del candidato. Pero vamos, que no todo está perdido. El factor MEO ya no existe. En el mismo momento que lloriqueaba y balbuceaba unas palabras junto a sus partidarios en el cierre del día de la elección, MEO pasó a mejor vida. Su presencia duró lo que duran dos peces de hielo en la espalda quemada de un insolado. MEO representó el descontento, el voto de castigo, el farolillo encendido, la luz de alarma, de que no hay otra después de ésta para la concertación. Pero fue eso, ni más ni menos que una advertencia. Los votos no son suyos. Tampoco hay que creerle a la “gente de izquierda” que jura que va a votar nulo… o peor, por Piñera!. Esas son bravatas. Mentiras piadosas para ganar tu atención por 5 segundos y asumir una postura super cool, vanguardista y consecuente con el espíritu rupturista y progresista. Claro: todo tiene que cambiar para que las cosas sigan igual. Como en el fútbol. NO LE CREA.
No le crea. En la cámara secreta, al igual que frente al arquero cuando se va a patear un penal, la “gente de izquierda” no va a elegir tirar la pelota para la galería y pasar a ser recordado como al viejo Caszely. No señores. Esa gente que se ufana de la cool actitud contra-rupturista, va a poner la rayita con los ojitos cerrados frente al nombre de Frei y no lo hará por él, lo hará contra Piñera.
Pero como dice mi amigo Claudio Orrego, acertadamente hoy en ese pasquín llamado la segunda, no basta un proyecto que te invite a votar por mí para que no ganen los malos. No basta un discurso antiderecha o del miedo a la concentración del poder. Hay que reconquistar a los que quedan en el camino, sin odio, sin violencia, sin candidatos bailando el trencito o echándose un saco de papas al hombro. Hay que ponerle el hombro. Trabajar. Redibujar los colores que hicieron que ese arcoíris representara una esperanza y no utilizarlos en una estrella bufona y mal copiada.
¿Quién dijo que todo está perdido…?