por un segundo de tu cuerpo doy el mundo
que más quisiera que pasar la vida entera
como estudiante el día de la primavera...
Unas pequeñas palabras cruzaron el éter, y fueron suficientes para saber que no caerían en terreno vano.
Un día normal, nada especial, pero en un momento todo pasó y nació, sólo nació. Ya veremos como crece. Tengo un letrero en la puerta que dice no molestar. En mis afanes de buscarte sin encontrarte te imaginé durmiendo de esa forma tan particular que tienes. Me hago el invitado en tus marcas registradas y encuentro sesgos de tu vida, hasta ahora aún ajena para mi. No quiero cautivarte, solo escucharte, leerte, soñarte y repensarte.
Tu música me resuena, me invita a quedarme mientras la noche hace lo suyo. No estas en ninguna de las costubres en las que hasta ahora me he quedado. Todo es nuevo, inexplorado. Tu metro setenta y dos es un K2, es un paisaje que miro desde lejos. Tu carácter, un volcán que me envía a mi esquina de protección cada vez que hace amago de estallar. Ya conocí algo de esa bittersweet sensation. Dios me libre de cruzarme en el camino por donde baja ese torrente. Me quedo con el otro, ese que lleva tu calor sin límites. Una humedad sin brisa que me toca la cara. Ya no quiero irme más.
Un día de estos cruzo la ciudad sólo para darte el beso de las buenas noches. Si me lo pides, puede que presuma una partida apresurada, sin que sepas que no es más que un truco para que la vice versa esta vez juegue a mi favor.
Cuando despierte, te cuento como fue el camino recorrido.
Si me necesitas, llama... de las que queman.