Cien niños esperando un tren
Es curioso ocupar este espacio al cual hace poco tiempo disparé mis dardos venenosos, como amazona posmo pero con las dos pechugas en su lugar. Lo hago convencida de que no me hace menos, aunque tampoco más, tomármelo (buen verbo de cara al fin de semana) para hacer notar algunas disonantes situaciones que se han dejado ver en el último tiempo, a lo largo del proceso electoral en la orgánica estudiantil en la PUCV.
Hasta ahora, todo parece revestido de una importancia sublime entre los contendores. Juventudes políticas divididas y rejuntadas, pegadas con moco; niños y niñas pintándose las manos, y quien sabe que otras presas, con los colores del arcoíris, los mismos que antes los unieron bajo otra casa, arrebatos hormonales. Una lista “oficialista” que ahora sí promete jugársela con enormes promesas, carente de sentido de realidad. Un todo o nada precipitado por las premuras del calendario, que calienta menos que el sol de estos días.
Para condimentar el panorama, pocas horas atrás se hizo pública una declaración de la lista que no continúa oficialmente en carrera. La lista 2. En este mismo espacio fue comentado el texto de la declaración, en lo que podría ser una interpretación, a mi entender un poco forzada, de lo que quisieron decir los que la escribieron. La verdad es que la declaración es tibia, casi fría como un cadáver. Es un acto testimonial, un “must” de buena crianza que no puede dejar de hacerse si es que alguien quiere comenzar a construir una memoria política basada en reglas urbanidad cívica, aunque sea universitaria. Nadie espera que el voto sea público, pero se esperaba una mojada un poco más elocuente. En todos los casos, quien la redactó de verdad, se nota que sabía perfectamente donde ponía cada coma. La ambigüedad la caracteriza, y como no, si tiene que ser así, ya que las conversaciones entre gallos y media noche nunca dejan testigos.
Parece que hubiera muchos desafíos por delante, pero no es tan así. Lo que queda es votar y elegir entre una lista medio anodina y la lista que va al repechaje. El problema es que, fuera de los directos involucrados, a poca gente más le interesa el asunto. No extrañaría una baja votación global, escenario en el que el cordón tendría asegurada una victoria. De ser así, los consensos están medios trazados y se puede esperar que en el próximo período tengamos un hermoso e inquietante ruido blanco permanente, el que de tarde en tarde se podría interrumpir por algún amago de voluntarismo autoinflado.
Por suerte en la vida real, el mundo se está moviendo. Están pasando cosas. Se están haciendo cosas. Más allá de la que no deja de ser una pelea de egos; chicos, grandes o medianos. Lo más divertido es que los protagonistas ni siquiera son candidatos.