
Las horas previas a la llegada de un año nuevo son una especie de limbo en que todo o nada puede suceder. Te propones pasar un rato agradable, en un momento que está plagado de simbolismos. Puedes pasarlo en familia o con amigos, siempre con gran expectación. Pero a medida que se acerca el minuto dorado empiezas a caer en cuenta de que la puesta en escena corre serios riesgos de ser un fracaso.
Leer más
Si lo pasas en la casa, el riesgo se multiplica. Tu familia enloquece preparando el cóctel o la cena para la celebración. Llegan invitados indeseados. Se llena todo. Los baños se hacen pocos. Ni hablar del problema de "dónde acostar a los cabros chicos". Ya no tienes cama, ni pieza, ni ganas de andar abrazando señoras que no ves desde el año pasado. Si vives en una zona extrema del país, la cosa no mejora mucho. En el norte, mueres de calor. En el sur, el diluvio se siente más que nunca. Si vives en la costa, ponte tú en Valparaíso o Viña, tu casa será el refugio de los parientes santiaguinos.
Un año más que se va... suena por todas partes. Y sólo quieres meter la cabeza en un parlante con la 5ª Sinfonía. Agarrado de una botella de champaña la cosa comienza a tomar más gracia. El mundo se ve distinto con las burbujas en la cabeza. Eso es así, siempre y cuando no tienes hermanos pequeños que te frieguen para que los entretengas jugando wii o a los indios o a cualquier cosa.
En esos momentos te preguntas, por que tenías que estar en el momento equivocado y en el lugar equivocado. Todo pudo ser distinto. Pudiste empezar el año repartiendo abrazos a cientos de kilómetros, en una de esas megafiestas con una barra del porte del estadio nacional. O frente al mar, con las bombas de pirotecnia reventando sobre tu cabeza y con el corazón sobrecogido por la emoción + las burbujas de la champaña. Tantos escenarios para una escena que dura 1 segundo.
Al final de la noche, no quedó más que mirar los despojos. Un lugar ajeno donde acostarse, era una bendición. Pero no había cama pa tanta gente! Te aferras entre encañado y somnoliento a una botella amistosa, a sabiendas que tu despertar será doloroso, literalmente. No hay cañas buenas, pero la caña del espumante es de temer. Pero siempre cualquier cosa que ha salido mal, puede salir peor por la mañana.
Por suerte, no fue el caso de esos en los que despiertas con alguien que no te acuerdas como se llama al lado, ni menos recuerdas que fue lo que pasó. Despiertas simplemente por ahí, en un rincón tirado, con la misma ropa que tenías antes de perder el conocimiento. Dolor.
La casa parece un campo de batalla. Los sanitarios están imposibles de resistir. El dicho dice, mi casa es tu casa, pero hay gente a la que se le pasa la mano, y otras cosas. Haces de tripas corazón y te pones en la tarea de recuperar la dignidad de tu cuchitril. No hay tiempo para otras cosas. (Sí, lo se, me conecté un momento a internet, pero no estabas. Cometí el error de dejar una huella).
Cuando finalmente todo comienza a parecerse a lo que es tu espacio, puedes dedicarte a recuperar tu rutina de año nuevo. Tomas contacto con quien querías. La celebración fue "normal", te cuentan desde el otro lado. Empiezas a sentir que se inflama la vena que baja por tu cuello. Lo tomas con calma.
Y cuando piensas que ya lo padeciste todo. Recibes el golpe de gracia de año nuevo... pero esa historia es harina de otro costal.
Queda hasta acá el relato del peor inicio de un año nuevo del que tenga memoria.
El año del Bicentenario comenzó. Espero que para ustedes haya sido, como para mi, inolvidable.
Leer más
Si lo pasas en la casa, el riesgo se multiplica. Tu familia enloquece preparando el cóctel o la cena para la celebración. Llegan invitados indeseados. Se llena todo. Los baños se hacen pocos. Ni hablar del problema de "dónde acostar a los cabros chicos". Ya no tienes cama, ni pieza, ni ganas de andar abrazando señoras que no ves desde el año pasado. Si vives en una zona extrema del país, la cosa no mejora mucho. En el norte, mueres de calor. En el sur, el diluvio se siente más que nunca. Si vives en la costa, ponte tú en Valparaíso o Viña, tu casa será el refugio de los parientes santiaguinos.
Un año más que se va... suena por todas partes. Y sólo quieres meter la cabeza en un parlante con la 5ª Sinfonía. Agarrado de una botella de champaña la cosa comienza a tomar más gracia. El mundo se ve distinto con las burbujas en la cabeza. Eso es así, siempre y cuando no tienes hermanos pequeños que te frieguen para que los entretengas jugando wii o a los indios o a cualquier cosa.
En esos momentos te preguntas, por que tenías que estar en el momento equivocado y en el lugar equivocado. Todo pudo ser distinto. Pudiste empezar el año repartiendo abrazos a cientos de kilómetros, en una de esas megafiestas con una barra del porte del estadio nacional. O frente al mar, con las bombas de pirotecnia reventando sobre tu cabeza y con el corazón sobrecogido por la emoción + las burbujas de la champaña. Tantos escenarios para una escena que dura 1 segundo.
Al final de la noche, no quedó más que mirar los despojos. Un lugar ajeno donde acostarse, era una bendición. Pero no había cama pa tanta gente! Te aferras entre encañado y somnoliento a una botella amistosa, a sabiendas que tu despertar será doloroso, literalmente. No hay cañas buenas, pero la caña del espumante es de temer. Pero siempre cualquier cosa que ha salido mal, puede salir peor por la mañana.
Por suerte, no fue el caso de esos en los que despiertas con alguien que no te acuerdas como se llama al lado, ni menos recuerdas que fue lo que pasó. Despiertas simplemente por ahí, en un rincón tirado, con la misma ropa que tenías antes de perder el conocimiento. Dolor.
La casa parece un campo de batalla. Los sanitarios están imposibles de resistir. El dicho dice, mi casa es tu casa, pero hay gente a la que se le pasa la mano, y otras cosas. Haces de tripas corazón y te pones en la tarea de recuperar la dignidad de tu cuchitril. No hay tiempo para otras cosas. (Sí, lo se, me conecté un momento a internet, pero no estabas. Cometí el error de dejar una huella).
Cuando finalmente todo comienza a parecerse a lo que es tu espacio, puedes dedicarte a recuperar tu rutina de año nuevo. Tomas contacto con quien querías. La celebración fue "normal", te cuentan desde el otro lado. Empiezas a sentir que se inflama la vena que baja por tu cuello. Lo tomas con calma.
Y cuando piensas que ya lo padeciste todo. Recibes el golpe de gracia de año nuevo... pero esa historia es harina de otro costal.
Queda hasta acá el relato del peor inicio de un año nuevo del que tenga memoria.
El año del Bicentenario comenzó. Espero que para ustedes haya sido, como para mi, inolvidable.