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martes, 23 de marzo de 2010

La falla de San Andrés


Esa noche de verano no sólo fueron paredes las que se agrietaron o se vinieron abajo. La vida de miles de seres se vio afectada. Unos por la pérdida de familiares, de seres queridos, otros por ver sus cosas en el suelo, sus casas, sus sueños. Pero todos, incluso algunos que no sufrieron en la materialidad el impacto del sismo, llevan como una grieta que parte el espiritu el peso del temor, del sobresalto, de la inquietud de que la experiencia vivida vuelva a repetirse un día de estos, cuando menos se espere.

Quizás a muchos les pasó que después de todo, sienten que no hay más que vivir el presente. ¿Para qué planificar, sufrir por adelantado, endeudarse a crédito? si en cualquier momento el festival de pirotecnia puede llevarse tu aportillada vida, deslizandose a través de la losa que sostiene tus piés, mientras un ruido ensordecedor inunda los últimos momentos que recordarás de este mundo. En una de esas, descubrir por televisión la esencia del sentido actual de la palabra humanidad podría provocar nihilismo crónico, sobre todo a partir de imágenes de saqueos VIP en camionetas 4x4. Que se pudrán todos, que se pudra todo. Y casi se pudrió todo.

Cuántos de nosotros no anda con rabia y no sabe qué es lo que le molesta. Cuántos no sienten una presión agobiante de todo lo que le rodea. No son pocos los que quieren irse a casa rápido, después de las obligaciones cotidianas. De pronto lo que no estaba aún podrido, se pudrió. Intoxicados de temor, agobiados por planes de reconstrucción, el alza de la bencina y los nuevos tecnócratas. El calendario de clases, el sufrimiento en pelluhue, el patrimonio en el suelo, el terror contenido, el consuelo que no llegará.

Manoseamos la palabra solidaridad para aplacebarnos y tranquilizar las conciencias. Pero en el fondo no queremos más guerra. Odiamos los ejercicios bloguísticos con réplicas de los lectores, pero perdemos el tiempo leyendo las opiniones de don nadie. Nuevos vicios, rutinas de seguridad que ponemos a prueba. Pero sabemos que muchos son llamados y menos los elegidos. Yo, paso.

Si aún les salta el corazón cuando sienten que se les mueve el piso o el asiento, alégrense, aún están vivos. Disfruten el día, pero no dejen de estar en contacto para que alcancen a decir hasta luego a quienes más les importan. Es obvio, pero nada volverá a ser igual para un gran número de vidas. Para todos nosotros.

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El futuro se fue (?)

Notable. El caballero lo explica muy bien